Autobiografía

Nací en el barrio de Villa Crespo, en un pequeño departamento el cual todavía puedo visualizar nítidamente. Éramos cuatro, y allí nos enteramos que íbamos a ser cinco, a pesar de mi recordado berrinche intenso. A mis 9 años nos mudamos a una casita en Caballito, un cambio que me costó asimilar, porque sentía que estaba siendo alejada de mi mundo y de mis amigos que eran prácticamente vecinos; lógicamente hoy en día la distancia me parece diminuta a comparación de ese entonces, y mi angustia, ridícula (como de costumbre).
Mis papás tienen empleos y/o carreras más tradicionales. Mi papá convive con una afición importante por boca y es de las personas más graciosas que conozco; y mi mamá es una excelente cebadora de mates y compañía de películas y novelas. Ambos siempre disfrutaron mi gusto por la literatura y la escritura. Soy la hija del medio: mi hermana mayor tiene la sinceridad más ácida y cruda que conozco, pero también las mejores manos para la repostería. Mi hermano menor tiene más energía de la que puedo comprender, pero también tiene un lado sensible escondido en donde solemos compartir. Mi perro me acompaña hace diez años, y no imagino mis días de otra manera. La gran mayoría de los recuerdos de mi vida  involucran diversos escenarios, pero siempre a mis abuelos, primas, tíos y tías pasándome un mate y contando anécdotas sin fin.
Mi relación con la lectura empezó aproximadamente a mis once años,y me fascinaban las sagas y la ficción; con el tiempo, me fui familiarizando más con las novelas, los cuentos, y la poesía. Pero mi relación con la escritura fue un poco más tardía y tosca: me costó aceptarla como parte de mí. Todavía, incluso, me cuesta asimilar que muchas veces dependo de ella, y también me gana el miedo de no ser suficientemente digna de ella.
Conservo las mismas pocas amistades desde que tengo memoria, con algunas nuevas excepciones extraordinarias. Acostumbro a los momentos en soledad, es de mis planes preferidos. Soy ridículamente sensible y, por ejemplo, no puedo ver a otra persona llorar más de unos segundos antes de romper en llanto yo también. Creo fervientemente en las historias de amor, y un poco por eso, mi recorrido dentro de la literatura siempre me llevó de vuelta a la poesía.
Tras unos años confusos y cambiantes, decidí anotarme en la carrera de comunicación, un poco por inercia, y otro poco por la ilusión de que me pueda reconectar con la escritura y conectar con lugares un poco más allá de ella.
Seguro estoy dejando sin nombrar hechos, personas, y anécdotas trascendentales de mi vida; recuerdos, días y lugares que valdrían la pena ser contados en una autobiografía, pero tal vez estén destinados para futuras hojas en blanco.

Candela Cushnir


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