Ave negra (segunda versión)

 Epifanía

Estoy con ella, caminando por el club, recorriendo los rincones y observando los árboles. Mientras nuestros pasos se sincronizan, recordamos aquellas tardes de mates interminables que nos hacían hablar de cualquier tema que se nos ocurriera. Noto la distancia que creamos hace tiempo atrás. A pesar de eso, la conversación es amable, dulce, con la alegría de estar reencontrándonos en el lugar que tantas tardes nos había regalado.

Ella me dice que no entiende lo que me pasó aquella noche. Nunca pudo comprender la ira e irracionalidad que emanaban mis gritos, aunque, sinceramente, yo tampoco: sólo recuerdo sentir miedo y desesperación, mi cabeza se sentía incinerada. Le pido perdón por haberme tirado a la pileta, por el ataque nervioso e incontrolable. Jamás me había sentido así, jamás hice algo así. Para mí fue como un sueño, como una epifanía, todo se tornaba oscuro y borroso, y lo único que tenía ganas de hacer era gritar, de poder ver miedo en los ojos de ella.

Recuerdo despertar en el hospital con un miedo paralizante, los músculos y la mandíbula todavía tensos, un dolor de cabeza aturdidor, todo era un caos adentro mío. Jamás entendí que me pasó esa noche, por qué reaccioné de esa manera tan violenta. Lo extraño fue qué, a medida que pasaba el tiempo y esa noche se alejaba, yo iba olvidando cada vez más lo que ella me había dicho antes de mi locura. Hoy no lo recuerdo en absoluto y me desespera la intriga y el enigma es un martirio. Todo sobre aquella noche fue extraño. 

Por eso, sentadas ahora sobre el borde de la misma pileta, estoy alerta y nerviosa. Sobre todo porque me incomoda sentir que nada cambió para ella: parece ser la persona más tranquila del mundo en este instante. La miro y no puedo entender qué fue lo que me hizo perder la cordura esa noche. Fue como si una fuerza oscura atacara mi cuerpo entero y me obligara a hacer un escándalo y luego intentar ahogarme en el agua. Pero ahora todo parece tan calmo, cómo si fuésemos dos personas distintas. 

Es lindo volver a verte- le digo. 

Me alegra verte mejor- me contesta. 

La observo, y no puedo evitar notar un dije nuevo que cuelga de su cuello.

¿Qué significa esa cadenita?-le pregunto, y por alguna razón me siento tensa. Extrañamente siento haberlo visto en algún otro lado pero no puedo recordar dónde.

Ella me mira con algo de sorpresa mientras su mano se alza en busca del dije. Lo agarra delicadamente y lo da vuelta para que pueda verlo claramente: es un ave negra. Una sensación helada me recorre, y todo se vuelve a desvanecer.


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